Nuestra historia televisiva está repleta de slogans de éxito como el que encabeza éste post, que marcaron una época y llegaron a formar parte del uso popular.

Del mismo modo, el ecosistema empresarial tiene su slogan que, como un mantra, se repite invariablemente en cada reunión, asamblea o congreso donde coincidan dos o más directivos, independientemente del sector, tamaño o ubicación geográfica:

Queremos ser líderes”

¿Crees que exagero? Vamos a hacer una prueba, te invito a que elijas al azar un grupo de empresas que conozcas, multinacionales, nacionales o locales, revises en su página web su Visión, Misión y Valores y anotes cuantas de ellas tienen como objetivo el liderazgo en alguna de sus acepciones.

Tengo razón ¿verdad? todos ambicionan el liderazgo empresarial: ser líderes en penetración (que palabra más impúdica para referirse a ganar cuota de mercado), en tecnología, en calidad…y ¡cómo no! el liderazgo más declamado, ser líderes visionarios para nuestro equipo de colaboradores.

Ser líder es una “meta” consustancial a todo directivo, pero no es una “cualidad” común del directivo.

¿Dónde está la diferencia? la meta es un fin al que se dirigen las acciones o deseos, en tanto que la cualidad es un rasgo permanente, diferenciado, peculiar y distintivo de la naturaleza o la esencia de una persona que contribuye a que alguien sea lo que es y como es.

Tanto da que queramos ser líderes de un equipo, de un mercado o de un servicio, el factor común del éxito es la “cualidad” de sus gerentes, cuyos sinónimos son aptitud, facultad, habilidad, carácter, condición, esencia, capacidad…

Desde septiembre de 1984, fecha en que acepté mis primeras responsabilidades gerenciales, no he participado en reunión de directivos donde el liderazgo no haya sido un discurso recurrente y retórico de contenidos vacíos, de vívidos deseos sin el coraje de la perseverancia, del cambio sustancial y la orientación hacia la excelencia.

¡Porque en cuanto a estrategia en general, y en relación al liderazgo en particular, se dice mucho pero se hace poco!

El liderazgo se fundamenta en hacer algo que otros no pueden o no saben hacer, en entrenar competencias que nos permitan ocupar y conservar el liderazgo -en el mercado, en el sector, en nuestro equipo-.

Descubrir esas competencias esenciales requiere ocuparse permanentemente de detectar tanto el éxito como la baja productividad; exige llevar un registro de  nuestro rendimiento, del de nuestros competidores y colaboradores de modo que permita detectar a la primera cualquier indicio de debilidad o incompetencia, que facilite valorar áreas de éxito, percibir posibles innovaciones, explotar el éxito y conocer sus causas.

Drucker expone que los empresarios exitosos no esperan a que los “ilumine la Musa” con una idea brillante, sino que trabajan en la innovación sistemática, ¿y eso qué es?

La innovación sistemática comienza con el hábito de medir y supervisar muy de cerca algunas de las fuentes de la oportunidad: analizar lo inesperado –tanto el éxito como el fracaso inesperado y sus causas-; la incongruencia –entre lo que la realidad es y cómo se presume que es-; la innovación –cuestionar necesidades del proceso, cambios en la estructura o el mercado-, cambios de percepción y aplicación de nuevos conocimientos  –científicos o no científicos-

Cuántas veces he sido testigo de situaciones en las que se han ignorado actitudes nocivas, culturas de equipo perniciosas y otras prácticas que han acabado convirtiéndose en tumores para la empresa cuya metástasis ha afectado a toda la organización, condenando a  ésta a la UCI del concurso de acreedores mientras, como la orquesta del Titanic, sus directivos no dejaban de interpretar la falsa partitura de un liderazgo extemporáneo basado en el culto a la autoridad erudita en tanto su cuenta de resultados se anegaba presagiando su irremediable naufragio mientras “todos cumplían con el mínimo esperado”.

He visto ejercer el liderazgo “cociéndolo” en palabras vacuas y he conocido líderes “enriquecedores”, que han dirigido su Organización a la mejora sistemática y continua de productos, procesos, servicios, tecnología, formación y desarrollo de su equipo humano.

Los líderes enriquecedores se han asegurado de dotar a su equipo de oportunidades de desarrollo personal y profesional, mejorando sus competencias y exigiendo que todos, del primero al último, aumenten su rendimiento, definan claramente sus competencias esenciales y se identifiquen con un proyecto común como única vía de alcanzar el liderazgo.

Comparto la visión del Dr. Mario Alonso Puig en relación a la diferencia entre el bienestar y la felicidad. El bienestar puede proporcionar alegría y gozo en tanto que la felicidad nos hace sentir alegría y gozo. Igual que no es lo mismo SER que ESTAR, tampoco es lo mismo ser un líder que ocupar un cargo, crear y garantizar el futuro que cumplir objetivos.

La diferencia entre jefes que se “cuecen”  en actitudes dogmáticas, verdades absolutas, burocracia administrativa y procesos tediosos que crean un hábitat de supervivencia, y un líder que “enriquece” su gestión atrayendo prosperidad y opulencia a través de la humildad, generosidad, proximidad, fascinación por la mejora continua y desarrollo de sus colaboradores está en el SER.

Y la abundancia ¡se entrena!

Y tú, ¿cueces o enriqueces?

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Madrid 24 de Octubre de 2016

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